¿Y si nos vamos deslizando de la gracia recibida?
La alegría es uno de los dones que debemos conservar y cultivar.
En los
primeros mensajes y encuentros con Vassula allá por 1987, Jesús se lo reitera
varias veces. La alegría es uno de los frutos del Espíritu Santo que como un rió de agua
viva que surge del santuario, del Sagrado Corazón, corre hacia nosotros.
Uno de los
testigos dijo: “Una sensación de paz y plenitud invadió mi ser! ¡Una alegría
maravillosa, una alegría con un asiento profundo!”
¿Qué
hacemos si nos vamos deslizando de esa gracia?: pedir el don del
arrepentimiento y dejarse disciplinar por el Espíritu Santo.
La disciplina
del Espíritu Santo son las noches oscuras, el desierto espiritual y las
alternancias de las desolaciones y consolaciones espirituales. Es aprender a
aceptar las noches del sentimiento, y también del entendimiento, y aceptar con
agradecimiento la consolación en la voluntad que nos permite perseverar aun si
no sentimos nada o no entendemos nada de los que nos pasa.
¿Cuál es el
objetivo de Dios al brindarnos esta experiencia?
En el
Mensaje del 20 de abril de 1991 Jesús le dice a Vassula:
“Conviértete
en un modelo de Mí Mismo siendo dócil, paciente, pura, obediente, humilde, fiel
y en oración constante, como Yo era con el Padre. Nunca te duermas, nunca
rompas los lazos que tienes con el Padre. Mi vida en la tierra fue una oración
incesante con el Padre, en tiempos favorables y desfavorables”.
El 23 de
abril de 1993 Nuestra Santa Madre nos dice: Jesús va a bautizar la tierra con
Fuego. (…) Por eso ahora es el tiempo del arrepentimiento; ahora es el tiempo
de la reconciliación. (…). Recuerden que lo que Dios desea de ustedes es un
cambio de corazón. No teman reconocer sus pecados. Vivan y practiquen el
sacramento de la confesión.
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