YO ESTUVE DE PIE JUNTO A ELLA
"Vassula, las apariciones de Garabandal, Mías y de Mi Madre, deben ser autentificadas.
Escúchame, Vassula, cada vez que Mi Madre se apareció a mis almas elegidas, iluminándolas con Su Gracia, Yo estuve de pie junto a Ella, aunque ningún ojo pudo verme. Algunas veces aparecí como niño, para bendecir a aquellos que Me glorificaban.
Hija, deseo que estos lugares de apariciones sean honrados más. Deseo que la Santa Sede Me honrara, bendiciendo esos lugares sagrados. Vassula, no Me estoy refiriendo a Lourdes y a Fátima, Me refiero también a Garabandal. Yo vengo a glorificar las apariciones de Garabandal."
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"En 1973 se dio una agria discusión entre los teólogos acerca del significado de la resurrección de Jesús y el sentido del discurso en las apariciones del Resucitado, como habla de ello el Nuevo Testamento. R. Pesch, católico liberal y estudioso de la Biblia, provocó esta discusión con su afirmación de que hablar de la resurrección es meramente "una expresión del reconocimiento de los creyentes del significado escatológico de Jesús, Su misión y autoridad, Su legitimación frente a Su muerte." Hablar de apariciones sería simplemente una "legitimización" de los discípulos, esto es, su determinación de proclamar ese significado de Jesús. En su respuesta, su colega protestante, el bastante moderado Hengel, deplora de manera particular que en los tiempos actuales las visiones se equiparen con alucinaciones y continúa: "Puesto que la rica tradición mística de la Iglesia se ha agotado, al menos en nuestras regiones, los teólogos ya no son la autoridad para este tipo de manifestaciones, sino más bien los psiquiatras o los expertos en narcóticos. Una visión es considerada como una manifestación patológica." (ThQ 3/1973, p. 255). " (...)
"Con todo, la Biblia habla tan frecuentemente de apariciones y visiones, relacionando la revelación de Dios a las personas con estas manifestaciones, que podemos considerarlas como uno de sus temas centrales. ¿Por qué entonces estas manifestaciones se topan generalmente en la Iglesia con gran cautela y escepticismo por parte de la jerarquía eclesiástica y el clero en general y aún más, con una considerable indiferencia por parte de los teólogos? Podría decirse, de hecho, que estas manifestaciones son inmediatamente aceptadas únicamente por los fieles comunes, a veces admitidas demasiado pronto y sin evaluación alguna. Dentro de la corriente auténtica de la literatura teológica de hoy, es muy difícil encontrar una obra sólida de teología dedicada a este tipo de manifestaciones. Si partimos del buen y antiguo entendimiento de la teología como esposa de la fe, entonces su tarea primaria es la de "penetrar la Revelación a la luz de la razón" y "esforzarse por encontrar una interpretación viva de la fe" en la vida práctica de la Iglesia. ¿Por qué entonces la teología tiene aversión a tales manifestaciones que evidentemente están dirigidas a la vida de la Iglesia?
Precisamente, dichas manifestaciones tendrían que ser un reto real para la teología de hoy que tan exitosamente trata con cuestiones individuales y problemas, pero a la cual le falta un sentido del todo y del profundo misterio oculto detrás de todas las cosas. O será quizá la realización de la calamitosa profecía de A. Comte, padre del positivismo, hace 150 años, quien al observar cómo el interés de la teología se desplazaba del misterio de la Santísima Trinidad, a través de la Cristología y hacia la eclesiología, afirmó que de este modo la Iglesia se deslizaría lenta y despreocupadamente hacia el positivismo. "Ya no tratará de Dios, sino del hombre; no investigará ya la verdad imposible de investigar sino las manifestaciones positivas de su propia comunidad." Uno de los teólogos más agudos y profundos de nuestros tiempos, Hans Urs von Balthasar, parece confirmar indirectamente que esto ha sucedido ya, cuando dice de la Iglesia de hoy que, "ha perdido buena parte de sus rasgos místicos y se ha convertido en una iglesia de constantes conversaciones, organizaciones, concilios, congresos, sínodos, comisiones, academias, fiestas, funciones, estructuras y reestructuras, experimentos sociológicos y estadísticas."
***
"Y he aquí que, a los cuarenta y tres años de mi vida en esta tierra, mientras contemplaba, el alma trémula y de temor embargada, una visión celestial, vi un gran esplendor del que surgió una voz venida del cielo diciéndome: "Oh frágil ser humano, ceniza de cenizas y podredumbre de podredumbre: habla y escribe lo que ves y escuchas... (Santa Indelgardis, siglo XII. Scivias, Testimonio).
Escúchame, Vassula, cada vez que Mi Madre se apareció a mis almas elegidas, iluminándolas con Su Gracia, Yo estuve de pie junto a Ella, aunque ningún ojo pudo verme. Algunas veces aparecí como niño, para bendecir a aquellos que Me glorificaban.
Hija, deseo que estos lugares de apariciones sean honrados más. Deseo que la Santa Sede Me honrara, bendiciendo esos lugares sagrados. Vassula, no Me estoy refiriendo a Lourdes y a Fátima, Me refiero también a Garabandal. Yo vengo a glorificar las apariciones de Garabandal."
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"En 1973 se dio una agria discusión entre los teólogos acerca del significado de la resurrección de Jesús y el sentido del discurso en las apariciones del Resucitado, como habla de ello el Nuevo Testamento. R. Pesch, católico liberal y estudioso de la Biblia, provocó esta discusión con su afirmación de que hablar de la resurrección es meramente "una expresión del reconocimiento de los creyentes del significado escatológico de Jesús, Su misión y autoridad, Su legitimación frente a Su muerte." Hablar de apariciones sería simplemente una "legitimización" de los discípulos, esto es, su determinación de proclamar ese significado de Jesús. En su respuesta, su colega protestante, el bastante moderado Hengel, deplora de manera particular que en los tiempos actuales las visiones se equiparen con alucinaciones y continúa: "Puesto que la rica tradición mística de la Iglesia se ha agotado, al menos en nuestras regiones, los teólogos ya no son la autoridad para este tipo de manifestaciones, sino más bien los psiquiatras o los expertos en narcóticos. Una visión es considerada como una manifestación patológica." (ThQ 3/1973, p. 255). " (...)
"Con todo, la Biblia habla tan frecuentemente de apariciones y visiones, relacionando la revelación de Dios a las personas con estas manifestaciones, que podemos considerarlas como uno de sus temas centrales. ¿Por qué entonces estas manifestaciones se topan generalmente en la Iglesia con gran cautela y escepticismo por parte de la jerarquía eclesiástica y el clero en general y aún más, con una considerable indiferencia por parte de los teólogos? Podría decirse, de hecho, que estas manifestaciones son inmediatamente aceptadas únicamente por los fieles comunes, a veces admitidas demasiado pronto y sin evaluación alguna. Dentro de la corriente auténtica de la literatura teológica de hoy, es muy difícil encontrar una obra sólida de teología dedicada a este tipo de manifestaciones. Si partimos del buen y antiguo entendimiento de la teología como esposa de la fe, entonces su tarea primaria es la de "penetrar la Revelación a la luz de la razón" y "esforzarse por encontrar una interpretación viva de la fe" en la vida práctica de la Iglesia. ¿Por qué entonces la teología tiene aversión a tales manifestaciones que evidentemente están dirigidas a la vida de la Iglesia?
Precisamente, dichas manifestaciones tendrían que ser un reto real para la teología de hoy que tan exitosamente trata con cuestiones individuales y problemas, pero a la cual le falta un sentido del todo y del profundo misterio oculto detrás de todas las cosas. O será quizá la realización de la calamitosa profecía de A. Comte, padre del positivismo, hace 150 años, quien al observar cómo el interés de la teología se desplazaba del misterio de la Santísima Trinidad, a través de la Cristología y hacia la eclesiología, afirmó que de este modo la Iglesia se deslizaría lenta y despreocupadamente hacia el positivismo. "Ya no tratará de Dios, sino del hombre; no investigará ya la verdad imposible de investigar sino las manifestaciones positivas de su propia comunidad." Uno de los teólogos más agudos y profundos de nuestros tiempos, Hans Urs von Balthasar, parece confirmar indirectamente que esto ha sucedido ya, cuando dice de la Iglesia de hoy que, "ha perdido buena parte de sus rasgos místicos y se ha convertido en una iglesia de constantes conversaciones, organizaciones, concilios, congresos, sínodos, comisiones, academias, fiestas, funciones, estructuras y reestructuras, experimentos sociológicos y estadísticas."
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"Y he aquí que, a los cuarenta y tres años de mi vida en esta tierra, mientras contemplaba, el alma trémula y de temor embargada, una visión celestial, vi un gran esplendor del que surgió una voz venida del cielo diciéndome: "Oh frágil ser humano, ceniza de cenizas y podredumbre de podredumbre: habla y escribe lo que ves y escuchas... (Santa Indelgardis, siglo XII. Scivias, Testimonio).
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