Santiago, capítulo III

Hoy el Santo Espíritu me sugirió leer a Santiago, el capítulo III. No es la primera vez que lo hace. Es como la oración de San Efren, hay que obrarlas todos los días.

Hay una relación con el Mensaje del 24.11.91.

Pero la escribiré más tarde porque tengo que irme a trabajar.

Copiaré esta oración e intentaré recordarla durante todo el día:

Señor, perdónanos nuestras culpas,
nuestra maldad, nuestras faltas, nuestra intolerancia,
nuestra falta de amor, perdónanos la falta de nuestro amor
y de sensibilidad.
Convierte
a los malvados, a los impenetrables,a los aletargados,
a los ateos,
y transfigúralos en vasos de Luz para que Te glorifiquen.
Humilla a los orgullosos, abaja a los superiores,
doblega a los rígidos.
Transfigúranos, a todos, como en Tu Transfiguración.
Amén.

(...)

El 24 de noviembre de 1991 Nuestra Santa Madre le dice a Vassula - y si se lo dice a ella es porque nos lo dice a todos nosotros-, y a mi, en especial que medito el mensaje- : "Sus oraciones pueden cambiar al mundo. Sus oraciones pueden obtener las Gracias de Dios para la conversión de los pecadores, y entre más conversiones haya, más oraciones se harán y se escucharán para otras conversiones. ¿Comprendes? Las oraciones son poderosas. Esto es por lo que Yo insisto de ustedes, que no abandonen sus oraciones y sacrificios; los fieles son necesitados ahora más que nunca. Dios recordará todos sus sacrificios, Mis queridísimos hijos, ámenlo y glorifíquenlo. Ecclesia revivirá en toda Su Gloria."

Las oraciones son poderosas, nos dice la Virgen, pero nos pregunta Santiago en capítulo III de su espístola, ¿puede la misma boca que las reza proferir palabras duras contra el hermano y pretender ser oídas por el Señor?. No, definitivamente no. Aún si esas palabras nunca son pronunciadas o escritas, si las mismas existen sólo en nuestra mente, interfieren con las oraciones y las alabanzas y habitualmente llegar a ocupar su lugar en la ecología de la mente. Y entonces se peca por pensamiento y omisión al mismo tiempo. ¿ Es un pecado grave?. ¿ Es grave que habiendo recibido la gracia de hacerlo no hagamos nada porque la oveja perdida se deje encontrar por el Señor?

(...)

Estaba en la misa y me pregunté si no exageraba un poco al darle tanta importancia a ese ruido mental. Y me acorde de una predicación del padre Raniero Cantalamessa. Este "ruido" silencioso del corazón habría que acallarlo en ocasiones casi con violencia», en nuestra mente, sugiere.

Es tan grave que no sólo interfiere con nuestras alabanzas y oraciones, sino que también nos impide escuchar lo que Dios tiene que decirnos.

Perdoname, Dios mío.

PDTS: los párrafos en gris fueron escritos luego de la fecha de edición del tema.

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